Luneando

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Sigue la luz que te inspira

sábado, 30 de abril de 2011

Ese día que sigues viviendo






Antes de empezar siento los silbidos del aire que me susurran que las olas de mi balcón no son del color que yo las oigo. Te pasas la vida haciendo preguntas, respondiendo mentiras, o no mentiras, verdades que sólo reafirman lo que sabías antes de preguntar, que respondían lo que tú querías escuchar. Un día abres bien alto los oídos y descubres que la tristeza que alimentaba tus días sólo tenía el origen de tu soledad y no sabes por qué te sientes solo. Ese día te das cuenta de que la alegría que vestía algunos soles y algunas lunas era sólo un reflejo de tu alegría. Ese día no dejas de preguntar, ni siquiera de creer en tus propias respuestas, simplemente ese día amaneces sabiendo que tus respuestas tienen un día de caducidad, quizás horas. Esas verdades, que tantas lágrimas y tantas sonrisas han dibujado en tu álbum de los recuerdos no dejan de hacerlo, sin embargo, esas verdades que descubres esos días acortan tus lágrimas, acortan tus sonrisas, incluso a veces acortan tus sueños. 
Pero siguen habiendo sueños, siguen habiendo sonrisas y, afortunadamente, siguen habiendo lágrimas. 
Ese día viene precedido de preguntas y viene acompañado de más preguntas, pero es a partir de ese día cuando las preguntas se convierten en más preguntas. Sabiendo que el silbido de las olas traerá nuevas interrogaciones, que las respuestas de hoy no serán las de mañana ni las preguntas de mañana serán las de hoy. Ese día, y el resto de los días, la pregunta más fuerte es sólo una: ¿por qué me sigo haciendo preguntas?
Y entonces te das una respuesta, esa respuesta que ya sabes que es tu propia respuesta, pero que ese día es simplemente la respuesta: porque sigo viviendo.
Ese día has madurado, ese día has vivido, ese día has soñado, ese día has preguntado y ese día sí has tenido respuesta.

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